Mis otros granitos de arena
Ser maestra.
Cuando era niña, uno de mis mayores anhelos era ser maestra. El gusto se veía reflejada a la hora de jugar a la escuelita con mis hermanas.
En aquel tiempo, el patio de mi casa era bastante grande y era el escenario de múltiples fantasías.
La creatividad y la imaginación eran nuestras cómplices, con gusto empezábamos a crear nuestra propia escuela. Las bancas en las que nos sentábamos estaban hechas con una pila de ladrillos, si no había más, con botes de lámina, los pupitres eran unas tablas recargadas en más ladrillos, el pizarrón era una lámina oxidada que mi mamá guardaba y los gises que utilizábamos eran unos terrones de carbonatos que solíamos recoger de la calle (aun no pavimentada). Esos gises eran muy preciados, los esperábamos con ansias,cada vez que pasaba una máquina que raspaba las calles para emparejarlas, dejaba a la orilla de las calles una fila de tierra que tenían pequeños terrones blancos, nuestros gises.
No cabe duda que son algunos eventos, personas, imágenes y sentimientos lo que nos marcan y hacen que nos inclinemos hacia determinada vocación.
Recuerdo que en la primaria, mi maestra Rosita, una persona muy dulce y paciente, con la que desarrollé una relación cálida y estrecha, se incapacitó porque tendría un bebé. En ese tiempo vino una nueva maestra sustituta, Lupita. Niña al fin, sin entender las cosas de la vida, no quería que nos diera clases otra profesora, sin embargo, con el paso del tiempo y el trato, me di cuenta que la maestra Lupita era amorosa, tierna y paciente y de nuevo surgió ese sentimiento de amor hacia mi nueva maestra.
En cada etapa de mi preparación escolar, he encontrado maestros que han dejado una huella imborrable en mi persona, cada uno de ellos han aportado un granito de arena a mi formación como docente, me he nutrido de sus experiencias, no solo como docentes sino como personas integras que han sido modelos invaluables.
He obtenido de ellos sus mas preciados tesoros, su pasión para enseñar, el interés y la preocupación por formar alumnos, por ayudarles a construir sus sueños y por motivarlos a alcanzarlos.
Cuando doy clases veo en mi a diferentes modelos de figuras docentes, la paciencia de mi maestro Fierros, la ternura de mi maestra Rosa Eugenia,la disposición y la apertura de mi maestra Gloria, la exigencia de mi maestra Socorrito, y sobre todo la responsabilidad y el compromiso de todos mis profesores.
Ser maestra me obliga a asumir esta noble labor con amor, responsabilidad y compromiso sabiendo que formamos personas, que impactamos familias, que cambiamos sociedades y construimos naciones.
Ser docente es un privilegio y un honor, es una forma de retribuir los esfuerzos que otros hicieron en mi vida.
Yo los invito a que continuemos sembrando las semillas del cambio y del conocimiento transformador de vidas.
Lidia Plata
Hermosas vivencias profesora, nunca se olvidarán verdad?
ResponderBorrarbonita reflexión siempre es prioritario lo humano en la enseñanza.
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